LA ETERNA MIRADA SOBRE EL CUERPO
Al hablar de video-danza enseguida
surgen dudas, propias del espíritu humano y su afán de enmarcar los
fenómenos dentro de conceptos. Algunos la reconocen como una rama
del videoarte, otros la independizan totalmente otorgándole sus
propios códigos.
Este género que surge de un arte tan
antiguo como la danza, y uno contemporáneo como el audiovisual,
aprovecha lo mejor de sus orígenes y se emancipa a la vez de ellos.
La video-danza no es, en lo absoluto, el movimiento de un bailarín
ante una cámara. La cámara es partícipe de la coreografía, en
muchos casos es el eje fundamental que engrana y da razón de ser a
la obra.
Pudiéramos referirnos entonces como
video-danza a una obra audiovisual cuyo contenido es un cuerpo, o
varios, en movimiento. Donde dialoga con naturalidad el lenguaje
audiovisual y el danzario.
En este tipo de obra el espacio y el
tiempo se tornan categorías nuevas. La danza se despoja de su
carácter efímero, de esa representación que ocurre en un momento y
en un lugar específico, y que no se repetirá jamás; el bailarín,
la pieza, queda intacta, registrada, para siempre. La interpretación
desborda los límites de un escenario para apropiarse de los variados
espacios y lugares y adaptarse a ellos, involucrándolos en la
concepción de la coreografía.
Lo que sí debería ser considerado
siempre a la hora de abordar una video- danza es la unión
indisoluble de ambos lenguajes. Es el lenguaje audiovisual y sus
múltiples recursos lo que complementa el movimiento.
Lo efímero de una danza queda
eternizado por la cámara. Con los primeros planos podemos hurgar en
el segundo exacto en que se tensa un músculo, romper a través de la
edición con los límites físicos del intérprete, aproximarnos al
movimiento desde todos los ángulos posibles, ser mil espectadores a
la vez.
Es entonces el realizador otro
coreógrafo, a la hora de elegir los planos, los movimientos con que
se filmará el hecho danzado.
A la vez la interpretación no ha
dejado de ser el eje de la obra, pero exige ser afrontada de otra
forma, distinta a si ocurriera en un contexto más convencional. El
coreógrafo no debe pensar en el movimiento independiente, sino
también en la mirada que lo descubrirá.
Autor: Ingrid Castellano Morell.
Fuente: Oficina del Festival Internacional de Videoarte de Camagüey
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