CEDINM, UN “CORTOCIRCUITO” EN LA
CALLE DE LOS CINES
La mayor apuesta del FIVAC (y de su
nueva sede) es precisamente la de formar, más que espectadores
pasivos, una generación creadora que se aventure a hacer cosas, a
generar propuestas artísticas dialogantes con los códigos que
impone su tiempo.
Cuando en octubre del 2013, la tropa
del Festival Internacional de Videoarte de Camagüey (FIVAC) se
envasó en el cine Encanto, aquello estaba que metía miedo. El
sectorial provincial de Cultura, en una decisión valiente y justa,
había otorgado el espacio del inutilizado coloso cinematográfico al
comité organizador de este, el único evento internacional de la
provincia; y ellos, cubanos de a pie conocedores de las dinámicas
internas del país, se mudaron a tiempo completo para la obra que
algún día les sería nido, porque la casa de uno solo se erige
rápido y bien si tú te pegas con los constructores a raspar
paredes, sacar escombros, cambiar falso-techos y pintar muros.
De todo eso hicieron allá adentro y
mucho más. Por internet andan todavía jocosas fotos donde Hamlet,
Gallego, el Alejo, Albertico, Kevin, y demás chicos de esa familia
que es FIVAC, aparecen enmascarados con nasobucos o pañuelos para
protegerse los pulmones de la humedad putrefacta y el polvo, y la
gente les comenta abajo que si andaban filmando un videoarte de las
Tortugas Ninjas.
La broma, como sucede con las buenas
casi siempre, enuncia una verdad irónica y contundente: los artistas
del audiovisual contemporáneo de nuestra ciudad han tenido que
restar o compartir el tiempo de su obra intelectual por un periodo
importante, para enfrentar una obra-otra, dura y desgastante: la de
reparar y vestir de modernidad una edificación del siglo XIX.
Pero cuando uno entra ahora al CEDINM
(el nuevo nombre con que hemos de llamar en lo adelante al cine
Encanto y que significa “Circuito para la Exhibición, el
Desarrollo y la Investigación de los Nuevos Medios”), el semblante
y el ángel del sitio no dejan lugar a las dudas: los sacrificios han
valido la pena.
El Circuito es hoy un lugar colorido y
climatizado, lleno de plasmas que día y noche trasmiten
video-creaciones de artistas locales y foráneos (Galería Píxel),
con una biblioteca acuciosa donde pueden consultarse materiales y
documentación relativa al mundo del audiovisual emergente (espacio
de información El Arca) y un estudio-laboratorio (El Búnker)
artillado para impulsar la realización local; en fin, un lugar con
un ambiente que hace pensar que el primer mundo es también posible
aquí, si existe quien esté dispuesto a trabajar con esmero para
hacer el sueño viable.
Todavía batallando con la terminación
de la gran Sala Multifuncional Melié, el único espacio del complejo
que falta por inaugurar y donde el equipo del FIVAC accionará con
una Iniciativa de Desarrollo Local, los habitantes del CEDINM ya le
han puesto vibra y acción a su casa: cada mes inauguran una
exposición en Píxel, los fines de semana realizan talleres
infantiles para acercar a las nuevas generaciones al mundo de las
tecnologías comunicacionales emergentes y de la robótica aplicada
al arte; los miércoles coordinan con escuelas y centros de trabajo
visitas comentadas a la institución; y los martes imparten
conferencias o conversatorios con estudiantes del ISA y de la
Academia de Artes Vicentina de la Torre. Todos son servicios
gratuitos que el colectivo genera.
Para FIVAC ha sido siempre un sueño
difícil de soñar, nos consta; y el reto mayor ahora radica en lo
que advierte Santana, presidente del Festival, con preocupación:
“cuando salimos de Cuba, vemos países donde el turismo de eventos
es uno de los principales tributantes al PIB nacional y conocemos
ciudades que a nivel mundial son identificadas y visitadas por
extranjeros precisamente por bienales o festivales artísticos. Sin
embargo, no sentimos en Camagüey esa proyección. El FIVAC en sí
puede ser un destino que visibilice a esta provincia en el mapa, pero
para lograrlo, entidades culturales, gubernamentales y turísticas
tienen que trabajar de conjunto y apoyar al evento. Es impensable una
cita internacional que no sea anunciada por los touroperadores y
agencias de viaje para gestionarle participación, o que subsista con
una conexión a internet paupérrima que imposibilita la realización
de algunas obras e incluso enlentece la recepción de los materiales
a concurso. Nosotros, acá, si no fuera por la ayuda de Televisión
Camagüey, donde cada tarde vamos horas a descargar trabajos que nos
envían desde afuera para participar, no tuviésemos concursantes
internacionales.”
Lo bueno es eso, que FIVAC en Camagüey
no es un cartel en una pared, ni una nómina de fijos y tangibles, ni
un sindicato inoperante de cotizaciones y poses: FIVAC es un grupo de
seres humanos de alta talla espiritual y profesional, que ha logrado
nuclear a su alrededor las buenas voluntades de amigos,
colaboradores, admiradores, colegas. Esa sinergia espiritual y
creativa, bien lo saben sus promotores, es la mejor manera de
impulsar un proyecto. “En el mundo contemporáneo no se llega a
ninguna parte si se anda solo”- lo resume Santana- “en Cuba,
tristemente, por las coyunturas económicas, la gente ha tendido a
crear islas y como que a salvarse a sí mismos, pero la vida te
demuestra que cuando colaboras con otro, eso no te quita, te
enriquece, te hace crecer, conocer otros horizontes, hasta te
visibiliza.”
Diana también lo entiende como un
proceso natural: “los artistas estamos llamados a eso, a juntarnos
para fundar, para crear espacios que se expandan y se pueblen de
todas las sensibilidades posibles.” A mediado de la Calle de los
Cines, con sus modos particulares de gestión y sus propuestas
visuales provocativas y “extravagantes”, con el pulso acelerado
de la modernidad y las rupturas que defienden, con una marcada
intención de generar experimentación, investigación,
interactividad; ellos vienen a ser un corto-circuito en el mundo
narrativo tradicional que el paseo temático propone. Y esto, en una
ciudad que parece apostar más por lo vetusto, lo colonial, la
comodidad de vivir de la historia, pudiera parecer anacrónico y
desatinado; pero hay desatinos venturosos que son como un soplo de
aire fresco y que ayudan a revivir el ánima de las cosas cuando la
quietud se ha detenido con demasiado peso sobre ellas.
Autor: María Antonieta Colunga
Olivera. Fuente: Oficina del Festival Internacional de Videoarte de
Camagüey