La
filogenia del videoclip como morfología audiovisual es bastante difusa
y, como la ocasión no se presta para especulaciones arqueológicas,
aprovecho la oportunidad de seguir asumiendo Now, del documentalista
cubano Santiago Álvarez, como uno de los antecedentes directos del
videoclip a nivel mundial y, por consiguiente, a los años 60 como el
contexto histórico para las primeras manifestaciones del género. Sin
embargo, no fue en Cuba donde el videoclip encontró su evolución
natural. Luego de la osadía de Santiago, expresión excepcional de
comunión con su época, la experimentación audiovisual encontró mucho
mejor cause en Europa y Estados Unidos, por lo que fue en aquellos
parajes donde el videoclip, más como resultado visual que como realidad tecnológica, halló los modos propicios para su crecimiento.
Se sabe que los vínculos parentales entre el videoclip y el mercado musical han definido, en lo fundamental, la fisonomía del primero. Se sabe que la evolución tecnológica de las diferentes plataformas especializadas en la difusión y comercialización del videoclip –desde MTV hasta YouTube– ha repercutido en las maneras de consumo del controvertido producto. Y también se sabe que, en muchas ocasiones, concepciones sexistas, discriminatorias y pseudoculturales han permeado las poéticas audiovisuales del videoclip. Entonces, ¿a qué viene esta exposición, si estamos frente a un género altamente comercial, mediatizado por los circuitos al uso y, además, con visos megalómanos? La respuesta más rápida sería porque toda regla tiene su excepción, pero realmente hay más.
La inmensa mayoría de los profesionales que se ha acercado al estudio del videoclip coincide en reconocer “el texto musical como eje central de la narrativa clíptica” (René Unda Lara: El videoclip: un fenómeno neocultural. Aproximaciones analíticas y metodológicas.) Sin embargo, una afirmación tan absoluta –a mí, cuando menos– me resulta sospechosa, sobre todo a partir del momento en que pretendo el análisis de un producto audiovisual, o lo que es lo mismo, un resultado cultural en el que todos los sistemas sígnicos intervienen en la conformación final del texto en cuestión. La subordinación de la visualidad y de los esquemas narrativos a la banda sonora en la concepción de un videoclip me parece un acto de mera castración creativa, toda vez que, en su construcción simbólico cultural, tanto el canal visual como el auditivo intervienen decisivamente en la configuración sintáctica, semántica y comunicacional del hecho audiovisual. Dicho de otra manera: cada entorno léxico tiene la competencia necesaria para la transmisión de información diegética y extradiegética y, por tanto, excluir a alguno de ellos de la trama textual es, como mínimo, apresurado.
El proceso de selección de las obras que presento en Click to Clip fue intenso y revelador, sobre todo de prácticas audiovisuales que fueron poco vistas en Cuba debido a las políticas de difusión masiva imperantes en los años 70 y 80, incluso los 90, y que ahora facilitan el mapeo de lo que ha sido el videoclip hasta hoy, especialmente de aquel que se rehúsa a solazarse con las soluciones menos inteligentes y audaces, tan frecuentes en sus propios congéneres. De la muestra excluí intencionalmente la producción nacional, probablemente con propósito de evitar las comparaciones desleales y quizás como pretexto para una segunda parte con las mejores ganancias del proyecto Lucas.
Con directores como Chris Cunningham (Inglaterra), Rusell Mulcahy (Australia), Spike Jonze (EE.UU.), Michel Gondry (Francia) y Floria Sigismondi (Italia) y artistas como Björk (Islandia), Franz Ferdinand (Reino Unido), Sinéad O’Connor (Irlanda), Red Hot Chili Peppers (EE.UU.), Peter Gabriel (Inglaterra), Stromae (Bélgica), OK Go (EE.UU.), Oren Lavie (Israel), Alex Gopher (Francia) entre muchos otros he conseguido estructurar una muestra que tiene, sobre todo, un único objetivo: presentar videoclips que eluden cualquiera de los lamentables clichés del género y que terminan por subvertir los prejuicios de aquellos para quienes el videoclip no pasa de ser la expresión banal de los aletargamientos y cansancios de la sociedad postindustrial. Economía y mercado, generación de contenidos altamente simbólicos, mecanismos de dominación cultural, globalización y estandarización de registros culturales, experimentaciones y audacias creativas, estereotipias y vulgarizaciones mediocres, y otras muchas antípodas conviven en el universo del videoclip.
La pregunta gravita pese a nosotros mismos: ¿podremos considerar el videoclip como una morfología más del arte contemporáneo? Click to Clip indaga al respecto y, sin asertos radicales, se arriesga con poéticas mucho menos mercenarias que las que conocemos. Quizás este sea el camino.
Teresa Bustillo Martínez
Se sabe que los vínculos parentales entre el videoclip y el mercado musical han definido, en lo fundamental, la fisonomía del primero. Se sabe que la evolución tecnológica de las diferentes plataformas especializadas en la difusión y comercialización del videoclip –desde MTV hasta YouTube– ha repercutido en las maneras de consumo del controvertido producto. Y también se sabe que, en muchas ocasiones, concepciones sexistas, discriminatorias y pseudoculturales han permeado las poéticas audiovisuales del videoclip. Entonces, ¿a qué viene esta exposición, si estamos frente a un género altamente comercial, mediatizado por los circuitos al uso y, además, con visos megalómanos? La respuesta más rápida sería porque toda regla tiene su excepción, pero realmente hay más.
La inmensa mayoría de los profesionales que se ha acercado al estudio del videoclip coincide en reconocer “el texto musical como eje central de la narrativa clíptica” (René Unda Lara: El videoclip: un fenómeno neocultural. Aproximaciones analíticas y metodológicas.) Sin embargo, una afirmación tan absoluta –a mí, cuando menos– me resulta sospechosa, sobre todo a partir del momento en que pretendo el análisis de un producto audiovisual, o lo que es lo mismo, un resultado cultural en el que todos los sistemas sígnicos intervienen en la conformación final del texto en cuestión. La subordinación de la visualidad y de los esquemas narrativos a la banda sonora en la concepción de un videoclip me parece un acto de mera castración creativa, toda vez que, en su construcción simbólico cultural, tanto el canal visual como el auditivo intervienen decisivamente en la configuración sintáctica, semántica y comunicacional del hecho audiovisual. Dicho de otra manera: cada entorno léxico tiene la competencia necesaria para la transmisión de información diegética y extradiegética y, por tanto, excluir a alguno de ellos de la trama textual es, como mínimo, apresurado.
El proceso de selección de las obras que presento en Click to Clip fue intenso y revelador, sobre todo de prácticas audiovisuales que fueron poco vistas en Cuba debido a las políticas de difusión masiva imperantes en los años 70 y 80, incluso los 90, y que ahora facilitan el mapeo de lo que ha sido el videoclip hasta hoy, especialmente de aquel que se rehúsa a solazarse con las soluciones menos inteligentes y audaces, tan frecuentes en sus propios congéneres. De la muestra excluí intencionalmente la producción nacional, probablemente con propósito de evitar las comparaciones desleales y quizás como pretexto para una segunda parte con las mejores ganancias del proyecto Lucas.
Con directores como Chris Cunningham (Inglaterra), Rusell Mulcahy (Australia), Spike Jonze (EE.UU.), Michel Gondry (Francia) y Floria Sigismondi (Italia) y artistas como Björk (Islandia), Franz Ferdinand (Reino Unido), Sinéad O’Connor (Irlanda), Red Hot Chili Peppers (EE.UU.), Peter Gabriel (Inglaterra), Stromae (Bélgica), OK Go (EE.UU.), Oren Lavie (Israel), Alex Gopher (Francia) entre muchos otros he conseguido estructurar una muestra que tiene, sobre todo, un único objetivo: presentar videoclips que eluden cualquiera de los lamentables clichés del género y que terminan por subvertir los prejuicios de aquellos para quienes el videoclip no pasa de ser la expresión banal de los aletargamientos y cansancios de la sociedad postindustrial. Economía y mercado, generación de contenidos altamente simbólicos, mecanismos de dominación cultural, globalización y estandarización de registros culturales, experimentaciones y audacias creativas, estereotipias y vulgarizaciones mediocres, y otras muchas antípodas conviven en el universo del videoclip.
La pregunta gravita pese a nosotros mismos: ¿podremos considerar el videoclip como una morfología más del arte contemporáneo? Click to Clip indaga al respecto y, sin asertos radicales, se arriesga con poéticas mucho menos mercenarias que las que conocemos. Quizás este sea el camino.
Teresa Bustillo Martínez